Por una serie de eventos desafortunados fui a parar a la psiquiatra con una cara de insatisfacción. Normalmente voy a parar al consultorio con una cara de felicidad, como la de este personaje.
Esta última ocasión, mi rostro no estaba del todo bien. La doctora que me atendió no fue la de siempre, una chica muy guapa y linda, sino otra doctora, malhumorada y malhablada. Por no entenderle bien a su castellano acepté cambiar el fármaco que tomo desde hace ocho años por uno que ella recomendó, la atomoxetina. Mi diagnóstico es trastorno déficit de atención. El resultado de tomarlo durante una semana es el siguiente:
Algunos días me siento soñoliento, pero en general estoy muy enfocado y productivo. Mi ánimo está arriba, muy arriba. Me siento orgulloso de probar cosas nuevas y correr riesgos. Ese es el sello de la casa.