Star Wars es súper buen legado fantástico, me encanta compartir esa emoción con todos los jóvenes cinéfilos. No es que no veamos los cabos sueltos, es que estamos muy ocupados "sintiendo". Es indescriptible la sensación de ver a Han Solo, treinta años después, todavía timando incautos. Así se sentirá cuando veamos a Michonne y Rick en 2045 partiendo cráneos, cuando la pequeña Judith se haga llamar "Ass Kicker"... Pero imagínate eso en la pantalla grande, imagínate ir con tus mayores y comer de contrabando en la sala oscura del Cine Puebla o del Arcadia- toda la noche, donde vi el Kill Bill. Todavía hoy, cuando se apaga la última luz de sala, paso saliva, ahora mismo me eriza un poquito la piel.
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Si quieren completar su almuerzo fantástico ochentero, lo que sigue es La historia sin fin, la saga del dragón de Bruce Lee, el Blade Runner, el planeta de los simios e Indiana Indiana... (¿Olvido algo?)
En mi caso, los noventa fueron más exquisitos, pero namedroppear no vale en este momento, porque todo comenzó con churros emocionantes, un enfermo metido en el cuerpo de uno como dromedario para que no muriera de frío, la estatua de la libertad enterrada en la arena y un bar donde te sirven sesos de chango en su propia cabeza.
Mi mamá nos llevaba al cine después del dentista. Carajo, amo a los dentistas.
Luis Ricardo Ramos