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Se pronostican calles llenas de subidas y bajadas, cielos un poco morados (¡cielos!) y los autos ochenteros vuelven a circular con mucho éxito.
Vemos un desaforado optimismo revolucionario para los latinoamericanos e indiferencia política para los nacidos bajo el signo del sol naciente.
El año noventa y ocho viene emocionante. Hay que elegir el atuendo adecuado para recibirlo.