La gran depresión

Hace un par de años una ola de suicidios de jóvenes encendió focos rojos entre las autoridades priístas estatal y municipal de Puebla. No daban crédito a que los poblanos de reciente ingreso al planeta no quisieran vivir aquí, paraíso del burócrata que recibe comisión por proyecto y del empresario que adquiere licencias por debajo del agua.

¿No es Puebla una ciudad de ensueño, con la patente de patrimonio mundial; no son sus revistas de sociales la utopía chingonsísima a la que cualquiera quisiera aspirar?

¿Cómo podían unos pobres chavos aspirantes a emos tirar su castillo de naipes de los unidos para progresar y del juntos damos soluciones?

A punta de colgarse de la corbata, beberse todos los tóxicos caseros o pegarse un tiro. ¿Y qué hicieron las autoridades para detener los suicidios juveniles?

Cartelitos. En ellos, estudiantes cursis les recetaban a sus pares una sarta de lugares comunes sobre la belleza de la vida. Y coño que si tienen razón. La vida es muy bella, y más cuando se garantiza la atención médica psicológica y psiquiátrica gratuita para todos los jóvenes.

Dato. El suicidio es la segunda causa de muerte en adolescentes. Dato. En veinte años la depresión será la primera causa de incapacidad laboral.

El analfabeta político / Bertolt Brecht