Cuando uno aprende una lengua, memoriza en el camino frases sueltas que ha oído durante la clase. ¿Por qué se nos quedan grabadas unas frases malditas y no otras? ¿Por qué las repetimos fuera de todo contexto? ¿Por qué esperamos lanzarlas al primer ser humano que hable aquella lengua?
¿Por qué nos persiguen años después de que abandonamos ese idioma?
Porque tarde o temprano llegará la hora cero, el momento de echarlas, como nuestro único chiste en la chistera, listas para ser recibidas por la amabilidad japonesa, el humor checo, el gesto adusto de un alemán (praktisch und sehr modern) que nos devolverá quizá una sonrisa, un aplauso o más probablemente algo similar a la cara que hacemos nosotros cuando nos dice un francés en su único español: ¿Dónde están las zapaterías?
Por suerte otro francés me ha dado la respuesta.
-My taylor is rich...