En Eréndira Ikikunari (Mora Catlett 2007) las mujeres purépechas plantan cara al invasor español, y le devuelven al asunto la lógica que le corresponde. Si han venido a robar su oro, merecen ser tratados como ladrones.
Esas mujeres terminarán derrotadas en la contienda, y habrán de sobrevivir "dos de cada diez de las que eran". Y sus cuerpos quedarán apilados en los códices. Pero habrán de conservar la dignidad de no llamar dioses a quienes no lo son.
La dignidad máxima es femenina, si revisamos la filmografía (y la historia) nacional, tan poblada de Gatopardos y Compadres Mendoza, siempre dispuestos a dar "mil piruetas antes que perder", hombres casi todos, aliándose al triunfador, sobreviviendo enjoyados, chaqueteros, cargando el ídolo nuevo, en el mismo lugar donde no se atrevieron a defender al ídolo viejo, de un martillazo contundente.