El sueño dorado

 
Contaré lo que soñé. Chocaba un Jetta blanco que me habían prestado. Se ponía la luz roja en el semáforo, pero no podía frenar a tiempo. En mi sueño el freno de un Jetta era menos potente que el de un Ford Ka. Entonces dejaba el auto estacionado -era de noche- y debía juntar dinero para arreglar los faros estrellados del Jetta. Hacía la cuenta de mis ahorros -esos sí, datos reales- y no me alcanzaba.

Entonces pasó lo que pasa en los sueños. El macguffin, el objetivo de reparar los faros estrellados, me dejaba una sensación de inquietud, pero durante el sueño no hacía algo para remediarlo. En cambio salía a caminar y me consolaba la idea de que el automóvil estaba afuera de un restorán, donde lo vigilaría el valet parking. Lo siguiente que pasaba era que estábamos en un festival de cine en plena central de autobuses. Mi amigo Luisito presentaba una animación y todos aplaudíamos.

Es el argumento imposible de Raúl Ruiz. Una película que no sólo empieza de cualquier modo, sino que está compuesta únicamente de comienzos. De hecho se podría hacer una película así. Sólo se necesita un personaje que diga: "Soñé que tenía que encontrar un tesoro y durante el sueño nunca lo busqué".